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Puente colgante sobre el Petit Rhône |
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El anfiteatro romano de Arles |
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Estatua de bienvenida al anfiteatro romano de Arles |
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Coliseo romano de Ar |
14.09.11. Sobre las 6:30 escuchamos que los motores de la pèniche volvían a ponerse en marcha, así que salimos para asegurar que todo fuera bien. Y todo perfecto. Control absoluto de la embarcación. Intentamos volver a dormir un poco, pero fue difícil, así que nos pusimos en marcha. Desayunamos y revisamos un poco todo el barco. Estibamos la pasarela y miramos las cartas para ver dónde podíamos hacer la próxima noche: Arles o Valdebregues. Esas eran nuestras dos opciones. En Arles había mucho turismo por hacer, ya que tiene importantes restos romanos y más de 3,000 años de historia, pero había que descender el Rhône unos kilómetros, desviándonos de la ruta. Valdebregues suponía avanzar un poco más, pero no habría ni tiempo ni mucho que ver. Así que decidimos Arles. Estaba más cerca y podríamos hacer algo de turismo. Libramos los cabos y navegamos el Petit Rhône. Este afluente es una auténtica maravilla. Me lo hubiera perdido si hubiera decidido entrar en los canales por St. Louis. La guía decía que era una de las zonas más “salvajes” del Rhône, y así era. Sólo vimos una casa y algunos puentes de tren y coches. Pero nada más. Sobre todo, mucha naturaleza. Vimos continuamente águilas, de tofos los tamaños, cazando en las orillas del río. También vimos unas pequeñas tortugas, aunque rápidamente se perdían de vista en las turbias aguas del río. Nuestra velocidad era de unos 3 nudos. Un viento de N (mistral), se canalizaba en el río a rachas y ralentizaba temporalmente nuestra marcha. Recorrimos los 20 km del Petit Rhône y llegamos a la unión con el Rhône sobre las 13:15. Aquí, y al igual que en las carreteras, había un cartel que indicaba que por el río hacia el N se iba hacia Lyon y hacia el S hacia Arles, así que viramos a estribor y pusimos rumbo S. Gracias a que teníamos la corriente y el viento a favor, llegamos en muy poco tiempo a Arles. Vimos el famoso “Halte Fluvial” que indicaba la guía como un puerto completo, pero no era más que un pequeño muro con todas las características que uno NO desearía para atracar. El muro consistía en unas planchas arrugadas en forma de grandes “U”, de tal manera que las defensas que colaban en esas “U”s y completamente anulaban su función. Además había mucho tráfico y cada vez que pasaba una pèniche las olas prácticamente te subían a tierra porque el muro era muy muy bajo (aproximadamente unos 20-25 cm). Así que decidí coger todas las defensas que tenía y hacer una “super salchicha” que dejé flotando en el agua para proteger a Tortuga. Y funcionó genial. Al poco se animaron más veleros y el muelle se llenó. Todo el mundo adoptó la idea de la “super salchicha”, que así terminó por llamarse. Eché una mano a un par de ellos a amarrar y los que llegaban ayudaban a los que iban llegando posteriormente. Ideal!. Recogimos un poco y cuando fui a buscar el agua, la electricidad y las duchas prometidas por la guía, no pude encontrar ninguna de las tres. Vaya puerto! Así que tuvimos que recurrir de nuevo a nuestra “ducha solar” improvisada. Hacía falta agua para reponer la ducha, y me acerqué a un cementerio cercano a llenar la garrafa en la fuente. Luego salimos a ver la ciudad. Le dejamos también un mensaje a Gilbert (del Ushuaia, y que sabíamos que andaba por Nimes con su hijo, muy cerca de aquí), por si quería venir a cenar con nosotros. Cruzamos el puente y entramos en el casco antiguo. Primero fuimos al Anfiteatro Romano. Un absoluta preciosidad. Su joya, el busco de una mujer, y que al parecer daba la bienvenida a las personas que entraban al anfiteatro. De allí fuimos a ver las “arenas”. Aquí no entramos, simplemente disfrutamos de las vistas. Un monstruoso coliseo en medio de la ciudad, y apenas a 25 metros de las primeras casas. De allí partían pequeñas callejuelas con muchísimo encanto y que quitaban la respiración cada vez que se descubría un pequeño rincón. Nos sentamos a tomar una cervecita hasta que Gilbert llamó para decir que aceptaba la invitación. De camino de vuelta paramos en el supermercado y Antoine compró un poco de vino y Pastise. Para cuando llegamos, Gilbert ya había llegado a Arles. Tomamos un pequeño aperitivo y preparé una paella un poco rudimentaria, pero estaba muy buena. Pasamos una noche de lo más agradable. Acompañé a Gilbert al coche y nos despedimos. A la próxima nos vemos en Gelves!
- Distancia recorrida: 16 nm
- Tiempo aproximado: 5 h
- Número de esclusas: 0
- Altura ascendida: 0 m (sobre el nivel del mar)
- Distancia total recorrida: 1065 nm
- Tripulación: Antoine
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