19.9.14.
Nos despertamos temprano con la intención de partir no más tarde de las 9.
Queríamos adentrarnos hoy en el “Petit Rhône”. Mientras Fabrice fue a comprar
coissants al pueblo, el capitán pasó a despedirse. Le comenté que pasaríamos el
invierno en Sète. Ante esta información comentó que debíamos tener cuidado, que
toda la región estaba en “alerta naraja” por fuerte lluvias y tormentas y que
una riada en un pueblo cercano a Montpellier se había llevado la vida de 5
personas en un camping. Nada sabíamos ya que seguíamos sin TV y sin internet.
Sólo fue cuando largamos amarras que nos dimos cuenta de la fortísima corriente
que había en el ramal de Avignon, y que calculamos tenía unos 5 nudos. Sin
embargo, la corriente rápidamente se mitigó cuando re-entramos en el Rhône.
Todo fue bien hasta que llegamos a la esclusa de Beaucaire. ¡Nuestra última
esclusa en el Rhône! Atravesamos la esclusa con una pequeña Peniche holandesa
llamada “Artemis” y con la que compartiríamos viaje las próximas jornadas.
Descendimos los 15m de desnivel y continuamos nuestra navegación por el Rhône
pasando por Tarascon y su impresionante castillo. Justo delante, varias
Peniche-hotel habían fondeado o amarrado para permitir a sus pasajeros
disfrutar de estas increíbles vistas.
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Pasando por Tarascon y su impresionante castillo |
En la otra orilla del canal, veíamos agua
caer en forma de cascada. ¡Era el Rhône! Su cauce natural, que corría por
nuestro estribor, desbordaba sus aguas en el canal que navegábamos. Hacia el
PK269, donde el cauce natural y el canal del Rhône se unían, encontramos los
problemas. La cantidad de agua que traía el cauce natural era verdaderamente
impresionante, y nuestra velocidad ascendió de 5 a 9 nudos. Esta tremenda
corriente hacía verdaderamente difícil controlar la embarcación, y cuando me desviaba
apenas unos grados de la dirección de la corriente, nos hacía virar de manera
incontrolada atravesándonos a la corriente. El agua además transportaba árboles
enteros, y grandes islotes de ramas y basura. Estos islotes y ramas iban tan
rápidos como nosotros, lo que significaba que nuestro motor apenas trabajaba
sobre esta tremenda corriente. Más rápido de lo que esperamos llegamos al PK
299, donde debíamos dejar el Rhône y adentrarnos en el Petit Rhône. La
inquietud nos inundó. La maniobra debía de ser muy suave para evitar
perder el control de Tortuga y no
acabar en la ribera de la intersección de ambos canales. Fabrice en la proa me
gritaba indicaciones y, aunque con las piernas temblando, nos adentramos en el
Petit-Rhône!
La
cantidad de islotes de ramas se hacían cada vez más difíciles de sortear debido
a que el canal era bastante estrecho en algunas zonas.
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¡Logramos adentrarnos en el Petit Rhône! |
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Los islotes de ramas se sucedían unos tras otros |
La corriente era algo
menor, por lo que habíamos recuperado algo de maniobrabilidad. Y cuando
creíamos que lo peor había pasado, vimos que el motor empezaba a calentarse.
¡Vaya momento! Difícil situación que requería intervención rápida. ¿Qué hacer?
Pasábamos por un pilón de los que indican los límites del canal navegable. Di
media vuelta y Fabrice pasó un cabo
para hacernos firmes al pilón. Rápidamente apagamos el motor y lo
dejamos enfriar. ¿Cuál había sido el problema? Teníamos un tapón de hojas y
ramas en el filtro de agua de refrigeración. Mientras yo limpiaba, Fabrice se
dedicaba en la proa a desviar de nuestro camino, con ayuda de un bichero, los
enormes troncos que venían hacia nosotros.
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Fabrice se ocupaba de desviar la trayectoria de los troncos más grandes. |
Limpieza y a continuar viaje. No
queríamos estar con esta corriente y peligros ni un minuto más. Con un ojo
puesto en el sensor de temperatura del motor y el otro puesto en el horizonte,
llegamos a la esclusa de St. Gilles. ¡Por fin! Pero nadie respondía a la VHF.
Rápidamente les llamamos por teléfono y nos abrieron la esclusa. Esta última
etapa había sido terrorífica, pero habíamos llegado a la última esclusa de
nuestro viaje.
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En la esclusa de Saint-Gilles. ¡La última de nuestro viaje! |
Sin ganas de continuar, le preguntamos al esclusier si podíamos
amarrarnos a los duques de alba de su esclusa. No tenía problema, pero nos
recomendó continuar hasta Gallician, donde había un pequeño puerto. Así que así
hicimos. Continuamos los 12km que nos separaban de este pequeño puerto en un
agua limpia de hojas y ramas, y disfrutando de las primeras vistas de la
“Camargue” francesa.
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Tras el abrigo de la esclusa de Saint-Gilles... la calma después de la locura del Rhône. |
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Caballos pastando en las marismas |
Llegamos hacia las 19h, y unos vecinos de barco muy
amablemente salieron a echarnos una mano con las amarras. ¡Vaya periplo el de
hoy! Nos tomamos una merecida cerveza con vistas a un cielo negro de tormenta
donde, una vez más, los rayos eran los protagonistas. ¡Vaya espectáculo!
- Distancia
recorrida: 40nm
- Distancia total recorrida: 2601nm
- Tiempo aproximado: 9.5h
- Nº
esclusas: 2
- Nº total de esclusas: 212