miércoles, 31 de agosto de 2011

Día 43: Adge


Vista de Agde.
29.08.11. Hoy ha tocado disfrutar del ambiente pre-canal y hacer gestiones. Me levanté tempranito, pero Pierre y Any me ganaron. Desayunamos y nos acercamos en su zodiac hasta la náutica de Allemand. El hombre era muy simpático. Nos dijo sin embargo que, aunque el río Hèrault no era un problema por su calado (que tenía hasta 4 metros en muchas zonas), el problema estaba en la esclusa de Agde, que sólo tenía 1.40m de profundidad. Mi gozo en un pozo. Tendré que ir hasta Sète para acceder a los canales. Lo que sí es que nos dijo que tenía una “A” de madera de un barco que acababa de subir el palo, y que me la podía llevar sin ningún problema. GENIAL! Un problema menos. Luego fuimos a buscar agua potable con nuestras garrafas, ya que donde estábamos no había. Compramos un poco de pan y algo para comer y volvimos al barco. Fue una mañana genial. Los muelles que hay a la orilla del río son originalmente de los fenicios que fundaron la ciudad. Agde es una de las ciudades más antiguas de Francia. Mi guía dice que es un “sucio pueblo de pescadores” (cito textualmente), pero yo lo encontré completamente al contrario. Era muy bonito, con mucho encanto. Ninguna casa tenía más de un piso de alto, todo orientado hacia el río. Es el típico pueblo que uno se imaginaría en el centro de Francia. En la plaza principal había una panadería que vendía un pan con una cara de escándalo, y le daba olor a pan recién hecho y croissants a gran parte del barrio! La gente encantadora, y muy amable. Una amiga de Pierre y Any, Kathy, vino a comer con ellos, y me quedé yo también. Ella tiene una “pèniche” en los canales también, y me confirmó que efectivamente no entraría por Agde, y tenía sus dudas sobre la posibilidad de entrar por Sète. Es una persona encantadora, y nos pegamos unas buenas risas. Al poco de irse ella, vino otra pareja amigos de Pierre a tomar café. Yo aporté unas galletas de canela que estaban muy ricas, y también echamos un rato muy agradable. Nada más dejarles en tierra, vinieron otra pareja muy agradable, amigos de Blanca y Jens (también de Gelves). Con ellos cenamos. Yo con Coco me partía de risa. Estaba “loca”. Qué buena gente! Pero, ¿dónde se había ido el día? Pierre dejó a Coco y su marido en tierra y yo ya, a buenas horas, también me recogí. No pude sino agradecerles enormemente a Pierre y Any toda su hospitalidad.

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